Mi última publicación en este blog fue el 11-abril-2014, precisamente un día antes de que se detonara aquí en Venezuela, la más cruenta represión en contra de un reclamo justo y auténtico por parte de los estudiantes y la sociedad civil que adversa esta dictadura.
Ha sido imposible escribir con tanto dolor.
Las calles se han anegado de sangre de estudiantes (niños) y del llanto de sus madres; llanto de nosotros que somos también sus padres, porque un hijo es de todos, lo sentimos todos, lo lloramos todos.
Con cada noticia filtrada en redes sociales de la caída de un estudiante a manos de los "elementos" represivos del gobierno, nuestro dolor aumentaba como en una espiral tormentosa; que congela, que ahoga, que desgarra.
Nos avergüenza y nos atormenta tanta maldad, tanta frialdad para torturar, cegar, asesinar, maltratar y destruir a unas criaturas que protestan porque saben que si no arreglan su presente, no tienen futuro. No tenemos futuro.
Como reflexión, les digo que no hay postura humana más dañina y perversa que el fanatismo ideológico, puesto que este llega como un tsunami y lo cubre todo: el sentido común, los valores, la decencia, la humanidad, etc. Hay personas que aún viendo la crueldad contra estos niños, tan solo por su fanatismo, la han avalado, aplaudido, justificado.
El fanatismo te vuelve tan ciego tal como la justicia que esta imparte, es una perversión que como sociedad nos ha tocado vivir, y más importante: sanar.
Debo decir, con esperanza que muchos que habían apoyado esta ideología involutiva, han emergido a la luz y han cambiado su postura, todo producto del horror que han enfrentado desde lejos, como espectadores de una barbarie de la que no quieren ser cómplices (como lo son los países que guardan silencio), pero que su sentido común les invitó a cuestionar, a verse en ese espejo...
Hemos constatado que el poder por el poder es maligno, mentiroso, cara dura.
Eso que nos gobierna ahora, esa capa oscura que nos secuestra todos los días, sigue destruyendo, derrumbando sueños, enterrando libertades; pero cada vez más débil, más temeroso, más aterrado; lo cual, lo hace más peligroso y más perverso.
Estamos en las cenizas ya, no queda nada, pero nos levantaremos cual Fenix, eso se los puedo asegurar.